«Los nuevos beatos cristeros. Crónica de una guerra santa en México»


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Macrolimosna en Jalisco, ¿atentado contra el Estado laico?

Por Laura Campos Jiménez

 

GUADALAJARA, Jalisco (28 de junio de 2008). Uno de los elementos probatorios que adjunté a la queja presentada ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco (CEDHJ) -oficio 804/2008- por motivo de la llamada «macrolimosna», fue el libro «Los nuevos beatos cristeros. Crónica de una guerra santa en México», el cual escribí a fines de 2005, en vísperas de la beatificación de 13 personas vinculadas al movimiento cristero, celebrada en Guadalajara (http://www.lajornadajalisco.com.mx/2008/05/04/index.php?section=politica&article=006n1pol).

En septiembre de ese año, en contraparte, se editó bajo el auspicio del ayuntamiento de Guadalajara, presidido por Emilio González Márquez, el libro «Geografía e historia de Guadalajara», para niños de tercer año de primaria: La polémica no tardó en desatarse. La edición de este libro fue objeto de críticas por parte de un amplio sector de la sociedad jalisciense: académico, religioso, político y ciudadano.

Entre los cuestionamientos en ciernes, destacaban los errores que de orden pedagógico, histórico, científico y de redacción arrojaba dicho texto. La versión católica y conservadora de varios episodios de la historia de Guadalajara se presentaba bajo un sesgo religioso (discriminatorio a otras confesiones) y no científico, como corresponde a la educación laica que debe impartir el Estado.

En la página 20 del citado libro, por citar un ejemplo, se señala que «el más importante de todos los festejos (en Guadalajara), es el del 12 de octubre, que es la llevada de la virgen de Zapopan a su santuario…». Con esta aseveración, el citado libro relega a segundo término el día 14 de febrero, fecha del aniversario de la fundación de Guadalajara. Se omitía por completo la presencia de las diferentes Iglesia no católicas, entre ellas La Luz del Mundo, cuya sede mundial se encuentra en esta ciudad.

De acuerdo a la óptica conservadora del ayuntamiento tapatío, el paso del presidente Benito Juárez por Guadalajara no mereció la pena haber sido mencionado; en cambio, la rebelión cristera y sus caudillos -quienes fueron férreos opositores al Estado laico, la Revolución Mexicana y la Constitución de 1917, al grado de justificar y promover la violencia para lograr sus propósitos- se les daba un trato privilegiado. Sin contrapesos históricos, a dichos «mártires» se les describe  como «personajes heróicos que no deben perderse en el olvido (…) tales como Anacleto González Flores…».

Cabe destacar que González Flores fue el líder intelectual del movimiento cristero en sus inicios y, por tal razón, fue beatificado el domingo 20 de noviembre de 2005, junto con doce personas afines a esta ideología.

Este libro de historia, en suma, no solo es abiertamente discriminatorio y excluyente, sino contrario al espíritu laico de la educación pública, al violentatar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público y ofender la inteligencia de un sinnúmero de jaliscienses que no comparte el sesgo confesional impreso en sus páginas.

Este fue un experimento piloto que tanto la arquidiócesis de Guadalajara como González Márquez, trataron de impulsar desde el gobierno municipal para implementar la educación religiosa católica en las escuelas públicas, reivindicando así a los líderes del movimiento cristero, a la par de ser promotores de esta causa en las aulas escolares.

El entonces alcalde, fiel a su costumbre, desdeñó la voz ciudadana y cerró sus oídos a la crítica, empecinado en promover y reivindicar una visión católica -de tintes integristas- de la historia regional.

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González Márquez, meses después, sacó a la luz un tiraje de 3 mil ejemplares del libro «Obras completas de Anacleto González Flores», con un prólogo del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, donde el ahora beato cristero era promovido como modelo de civismo para los jaliscienses.

En «Obras completas…», un texto financiado por el ayuntamiento, Anacleto González Flores «definía» a la gran trilogía adversa al catolicismo: El protestantismo, que «hace esfuerzos desesperados por penetrar en todas partes, por llegar al corazón de las masas, por arrebatarnos a la juventud y por invadirlo todo», la masonería y la Revolución Mexicana que, según él, es una «aliada fiel» de las dos (Anacleto González Flores, Plebiscito de los Mártires, en Obras de Anacleto González Flores, Ayuntamiento de Guadalajara, 2005, p. 320).

La punta de lanza empleada para reivindicar al movimiento cristero en Jalisco, fue el ayuntamiento de Guadalajara, encabezado por González Márquez, un confeso sinarquista que dirigió en 1988 el extinto Partido Demócrata Mexicano y quien es señalado por el periodista Álvaro Delgado como integrante de la organización secreta, de corte neo cristero, denominada «El Yunque».

Ante este proceso de reivindicación cristera y ante los pocos contrapesos demostrados para rebatir el supuesto «pacifismo» de los nuevos beatos cristeros, aunado a lo que la embestida al Estado laico representaba, me di a la tarea -como historiadora de carrera- de organizar y describir el perfil de estos personajes que en pocos años -pocos de verdad- estarían en el ojo del huracán de la opinión pública nacional a raíz de la «macrolimosna», pese a que la gran mayoría de los mexicanos siga teniendo un conocimiento nulo de la participación de la jerarquía católica -y sus ahora beatos- en la revuelta cristera de los años 20 en nuestro país (Cf. Proceso, n. 1516, 20 de noviembre de 2005, p. 48).

Este pequeño libro, «Los nuevos beatos cristeros», salió a la luz en el mes de diciembre de 2005(http://www.jornada.unam.mx/2005/12/05/004o1pol.php, http://www.adital.com.br/site/noticia2.asp?lang=ES&cod=20680). Muy pronto, muchos lectores pudieron constatar que los nuevos beatos cristeros no fueron personajes pacifistas y mucho menos piadosos, como sus apologistas trataron de hacer de creer, ya que en muchos casos tuvieron que recurrir a la violencia y el terrorismo con el propósito de lograr los objetivos que proseguía la jerarquía eclesiástica de la época (Cf. El Informador, 21 de abril de 1927, p.1, 23).

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Dos años y medio después de los sucesos anteriores, el día 23 de marzo de 2008, me enteré a través de un noticiario local que Emilio González Márquez, ahora gobernador de Jalisco, había entregado al cardenal Juan Sandoval Íñiguez un donativo de 30 millones de pesos para financiar la construcción del santuario dedicado a los beatos cristeros con dinero del erario… ¡No lo podía creer! ¡No era posible que un Estado laico financiara, con dinero público, un recinto religioso para honrar personajes que combatieron al Estado laico…! ¡Esa no era la función de un Estado!

Se trataba, sin duda alguna, de una flagrante violación al Estado laico, La Constitución Política y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público por parte del gobernador, quien trasladaba sus creencias personales a la esfera pública de una forma abrupta y estridente; era un acto de discriminación hacia las minorías religiosas, a las comunidades abatidas por la pobreza en Jalisco y a las personas que respetan el Estado laico (que no son pocas como algunos creen). Mas temprano que tarde, interpuse una queja en contra del gobernador de Jalisco por esta ilegalidad (queja completa ante la CEDHJ), agregando mi libro «Los nuevos beatos cristeros», que adjunto al inicio del presente texto.

Los medios locales (Proceso Jalisco, La Jornada Jalisco, Público, Mural, El Occidental, Notisistema, Canal 6, Canal 8, Semanario Crítica, El Respetable.com y Marcatextos.com), comenzaron a dar especial cobertura a la nota de  la «macrolimosna», asumiendo una actitud crítica e insumisa: notas periodísticas, cuestionamientos y opinión. Después de dos semanas, el asunto de la «macrolimosna» iría permeando poco a poco en la Ciudad de México.

En un desplegado aparecido en el semanario Proceso, bajo el título: «Gobernadores violan la Constitución y la Ley», reconocidos intelectuales mexicanos señalaban que «el respeto a las minorías es la escencia de los sistemas democráticos» (desplegado en PDF). Carlos Monsiváis escribía su crónica semanal bajo el título: «Del Estado laico a las macrolimosnas» (Proceso, n. 1642, 20 de abril de 2008, pp. 52-54), en donde advertía sobre los «emblemas del desprecio iletrado por el Estado laico» (ensayo completo en PDF). De igual manera, decenas de columnistas, editorialistas y moneros hicieron lo conducente. La presión social comenzó a cundir a escala nacional.

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Han transcurrido tres meses desde que iniciara este penoso suceso, y la «macrolimosna», venturosamente, echó reversa a un camino sin retorno… 7 mil quejas ante la CEDHJ, dos marchas ciudadanas, una ofensa lastimosa del gobernador a sus críticos, periodistas honestos, una auditoría federal solicitada por el Congreso de la Unión, seis recursos de revisión ante el Instituo de Transparencia, una denuncia ante la PGR por parte del PRD local y el Movimiento en Defensa del Dinero Público y el Estado laico (respectivamente), un amparo presentado por la asociación civil «Conciencia Cívica» en contra del donativo y un Juez de Distrito citando a comparecer a todos los implicados en este caso, sin excluir al cardenal Juan Sandoval…

Toda esta presión ciuidadana forzó al arzobispado de Guadalajara a la devolución del cheque recibido… ¡Una victoria irreversible del Estado laico en Jalisco! Este es un triunfo de la sociedad jalisciense, como bien lo señaló y sistematizó el periodista Rubén Martín:

1. Debate sobre el laicismo. Una consecuencia involuntaria de la macrolimosna es que se reabrió el debate sobre las relaciones Estado-iglesias. Permitió discutir de nuevo las esferas de competencia de ambas instituciones; la proyección de las creencias personales de los servidores públicos; la conveniencia o no de que la autoridad civil avale a ciertas iglesias en sus cultos públicos. Se reabrió además el tema sobre la Cristiada, los mártires y el peso que ha tenido la Iglesia católica en la entidad.

2. Declive de la influencia de la Iglesia católica. Este tema mostró que la Iglesia católica no puede aspirar a tener el peso y la influencia que tenía en el pasado. Los intentos de la jerarquía para apoyar su justificación del donativo, su llamado a salir a las calles y proyectar las creencias religiosas en la esfera pública (editoriales en El Semanario), fracasaron. El donativo no fue siquiera avalado por la mayoría de fieles. El resultado de esta coyuntura permite vislumbrar un declive de la influencia de la jerarquía de la Iglesia católica en la sociedad jalisciense, o al menos que debe hacerse una distinción importante entre lo que piensa y quiere la jerarquía y lo que quieren y piensan los fieles.

3. Derrota del integrismo católico. El donativo era más que una aportación económica. Como bien señaló Fernando M. González, la edificación del Santuario tiene un significado importante para cierta corriente católica, pues representa una reescritura de la historia local desde el punto de vista cristero. En este esfuerzo iban juntos el gobernador y el cardenal, y el Santuario era la materialización de esta alianza. A su vez, la macrolimosna mostró de una manera cada vez más explícita la cercanía de Emilio González con su Iglesia, luego de asistir a varios eventos de culto público, y hacer otras donaciones. Todo esto como parte de un proyecto más amplio que es la llegada de un grupo de derecha católica (yunquista) al poder público estatal, desde donde pretenden llevar a cabo sus objetivos de construir el reino de Dios en la tierra. El fracaso del donativo representa una derrota importante para la consumación de este proyecto político-religioso neoconservador.

4. El control de la información. La macrolimosna abrió un ciclo informativo que creció al conocerse la reunión de Emilio González en el Consulado de Estados Unidos en 2005 y con la mentada de madre. Era inevitable que esta información afectara al gobernador. El equipo del mandatario creyó que podía controlar la información gracias al dinero que han dado a Televisa y TV Azteca; cuando ya no pudo pararse la difusión de esta información, algunos funcionarios presionaron para que no se pasaran algunas notas o no se cubrieran ciertos temas, chantajeando a empresas de medios con modificar la publicidad oficial. No sirvió de nada. La información sobre el donativo circuló y motivó a la difusión creativa de nuevos productos, como los videos en You Tube. Sobra decir que la justificación oficial de que el donativo era para apoyar el turismo religioso jamás tuvo adeptos. Muchos pensaron, en cambio, que se trató de un pago de favores a la Iglesia por los apoyos electorales de 2006.

5. Derrota de Juan Sandoval y Emilio González. El regreso del donativo es el Waterloo del cardenal. Desde que llegó al arzobispado de Guadalajara su influencia en los servidores públicos, clase política y empresarios iba en ascenso. Se hacía casi todo lo que pedía. Hasta ahora. El regreso del donativo mostró que incluso los deseos de un hombre poderoso como Sandoval tienen límites. Junto con el cardenal, perdió Emilio González: en su imagen, en su proyecto político y en su ambición de ser candidato presidencial. Es cierto que el mandatario de Jalisco es más conocido ahora a escala federal, pero en términos negativos y no positivos.

6. Triunfo de la sociedad laica. Con el regreso del donativo gana la sociedad laica de Jalisco; la sociedad que respeta las creencias religiosas individuales pero creé que éstas no deben regir en la esfera pública. Gana la sociedad que no quiere que el cardenal influya de manera determinante en algunos servidores y que no se mezclen los asuntos públicos con los religiosos. No es un triunfo personal de ningún reportero, abogado o dirigente de agrupación civil, como piensan. A su vez, esta coyuntura debe replantear la extendida y falsa idea de Jalisco como una región conservadora y bajo la esfera de la Iglesia católica. Debajo de los poderes establecidos hay una efervescencia social de la que pocos toman nota. En fin, el triunfo de esta sociedad laica es un hasta aquí al “desmadre” que traían Emilio González y Juan Sandoval (Milenio, 26 de junio de 2008).

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Los 30 millones más 563 mil 553 pesos con 96 centavos de intereses, fueron devueltos por el arzobispado de Guadalajara  y entregados por Juan Hernández (en la fotografía), tesorero de la Fundación Pro Construcción del Santuario de los Mártires al Gobierno de Jalisco.

Comparto estos sencillos testimonios, por la sola satisfacción del deber cumplido como jalisciense y ciudadana. Ni más ni menos.

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Pd. Agradezco desde este espacio el gentil comentario del periodista Juan Carlos G. Partida, titular de la columna Ágora de La Jornada Jalisco, quien el día de hoy hace una especial mención de este blog: http://www.lajornadajalisco.com.mx/2008/07/02/index.php?section=opinion&article=004o1pol. Gracias, Juan Carlos.

camposjmz@gmail.com

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